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optamos por ocultar nuestros errores |
También están los hijo de su mai' que se pasan una clase entera pegados a la computadora. Ignorando el hecho de que medio curso está revisando lo que está haciendo. (Pues aparentemente toda clase siempre será más aburrida en comparación con lo "emocionante" que es llevarle la vida al otro en Facebook). El profesor puede llamarles la atención, ¿qué importa? Cierran la laptop y acuden al viejo Blackberry para quedarse hookiao' en lo que se explica el tema de la tarea.
Pero más importante, he llegado a la conclusión de que nosotros los jóvenes somos Liquid Paper Addicts. ("Ahí viene Bianca con sus ideas fálicas"...) Les prometo que van a entender lo que quiero decir...
Hace varias horas tuve la oportunidad de presenciar la charla de cierto publicista o creativo dominicano altamente conocido. (Trato de que este blog proyecte mi forma de pensar, y para esto no son necesarios detalles específicos. Pero sí metáforas y alegorías). En el transcurso de la actividad, el charlista menciona el proceso de la creación de cierta campaña. Es ahí donde dice una frase que me ha dado vueltas en la cabeza, que sonaba ma' jomeno así:
"No le tengo miedo a la hoja en blanco. Hay que empezar de nuevo y no quedarse trancado con una misma idea..."
Sí le tenemos miedo a las hojas en blanco. No sólo en los negocios y proyectos que desarrollamos, pero en general no tenemos las agallas de reconocer que al cometer errores o descubrir fallos en nuestro plan encontramos una oportunidad para empezar de nuevo. Ignoramos que todos somos capaces de cambiar de dirección para poder acabar en algún sitio completamente distinto al punto de partida. Y que tal vez haya sido nuestro destino desde un principio. Preferimos pasarle por arriba al camino malo mil veces antes de aceptar que tenemos que devolvernos y empezar desde cero. (Y ni se diga pedir direcciones o ayuda).
Imagínense escribiendo un ensayo. La asignación es fácil: sentarse a escribir un ensayo sobre un tema libre. (El tema es hasta libre, y como quiera le damos cinco mil vueltas al asunto). Empezamos a escribir y a escribir. De vez en cuando nos trancamos y nos paramos a beber agua... que luego se convierte en comer algo, ver televisión, acostarnos a echar una pavita... Para después despertar y sentarnos delante de la hoja donde se encuentra lo siguiente: nuestro nombre (escrito en siete tipografías diferentes), la fecha y cuatro líneas de contenido. (Par de corazoncitos en la esquina superior derecha de la hoja nunca están de más).
Vemos el intento de párrafo que logramos exprimir de nuestras mentes. Es ahí donde sacamos nuestro amigo fiel: el liquid paper. El pequeño nos salva de iniciar el proceso de pensamiento desde el inicio y así solo tenemos que seguir rodando con una goma pichá. Modificando y alargando el mismo tema que parece no tener fin. Preferimos tachar las oraciones, pasarle por arriba a las palabras con la "brochita" (aunque se haga un grumo de disparate blanco en nuestras hojas) y seguir forzando una idea que no tiene futuro. ¿Entienden lo que digo? Nunca he logrado entender porqué preferimos seguir lloviendo sobre mojado en los errores que cometemos en la vida.
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Los errores pal' zafacón, que la basura es para sacarla, no para cargarla. |
Después de todo... las hojas en blanco vienen en resmas de papel. Una enorme cantidad de hojas. Dígase: Pila' de oportunidades para empezar de nuevo!
Au revoir "liquid paper". Bonne chançe à moi!